jueves, 3 de septiembre de 2009

El tiempo murió

Cuando aquella mujer entró en el hospital sabía que el tiempo del hombre que amaba se acababa y de manera irreversible. En realidad sentía que se acababan los tiempos, el de él y el de ella.
Sí, ella lo sabía, lo sabían todos por el hombre, pero sólo ella lo sabía por los dos. Ocurre que se agarraba terca, desesperadamente, al cuerpo aún vivo del amado y su respirar la mantenía tanto como a él.
¡Ah, esos hospitales de muerte!, se palpa, se nota, la muerte flotando en las madrugadas de cigarrillos fumados a escondidas en escondidas escaleras de emergencias, lágrimas que corren, humos exhalados desesperadamente, ruidos crueles del tráfico exterior que nos recuerdan que el mundo sigue su curso afuera.
Sí, afuera pero...........¿y allí dentro?. Allí dentro se salvan vidas, todas las que se pueden salvar, se lucha contra la muerte y, sin embargo, los hospitales son de muerte.
Ella lo sabía, sabía que su hombre no tenía solución. Se lo dijeron, más ella tuvo la certeza en su mirada, la mano apretada de él se lo dijo pues no en vano eran dos corazones al unísono y uno de ellos estaba a punto de dejar de latir.
Y ocurrido lo que tenía que ocurrir, aquel hospital no pudo salvar la vida del hombre pero, como hacen todos los hospitales, la mató a ella¡Ah, hospital de muerte, muerte mascada, terriblemente untada en la piel y en la lágrimas que ya ni salen!
Ese día la vida y el tiempo de aquel hombre acabaron y a ella le fue arrebatado el tiempo; allí en aquel hospital de muerte seguía viva, pero ya no estaba: El tiempo dejó de latirle; con el hombre que amaba, murió en el hospital.
Sí, ese día, el tiempo, su tiempo, murió.




Con cariño, para un trocito de mi corazón.

2 comentarios:

Juana Macías Moreno dijo...

Ay! qué me has hecho llorar. Tú no estabas a mi lado en aquellos momentos pero nos conocemos tanto y de tanto tiempo que sabes lo que ocurrió como si hubieras estado allí.
Me encanta como lo has narrado, siempre te digo que tienes madera pero tú ni caso.
Tú también eres un pedacito de mi corazón. Te quiero mucho.

Un beso grande, como los de las pelis, vale? muaaaaaaaaaaaaaaa. Tenemos pendiente una salida.

Rio abajo dijo...

vale, llegaré cualquier día a tu casa en mi alfombra mágica, pero también espero encontrarte por sorpresa a la puerta de la mía en tu carroza. Mua!