lunes, 28 de septiembre de 2009

El cante

En una tierra sin inviernos
en las noches frías y solitarias
que son del alma, que no del tiempo,
cuando helada soledad congela lágrimas
¡salta, ruge! el grito ancestral
de los míos, que a mi sangre calientan.
Ahí están tercio tras tercio,
siglo tras siglo para que no olvide
que tengo hogar en ascuas de ayes.
Y el aterido corazón muta
a tímpano de miel y daga caliente;
calor de los míos, nunca me abandonan
los mios me hierven en la sangre
me dieron el cante diciendo:
"Llora, tus lágrimas son las nuestras"

jueves, 3 de septiembre de 2009

El tiempo murió

Cuando aquella mujer entró en el hospital sabía que el tiempo del hombre que amaba se acababa y de manera irreversible. En realidad sentía que se acababan los tiempos, el de él y el de ella.
Sí, ella lo sabía, lo sabían todos por el hombre, pero sólo ella lo sabía por los dos. Ocurre que se agarraba terca, desesperadamente, al cuerpo aún vivo del amado y su respirar la mantenía tanto como a él.
¡Ah, esos hospitales de muerte!, se palpa, se nota, la muerte flotando en las madrugadas de cigarrillos fumados a escondidas en escondidas escaleras de emergencias, lágrimas que corren, humos exhalados desesperadamente, ruidos crueles del tráfico exterior que nos recuerdan que el mundo sigue su curso afuera.
Sí, afuera pero...........¿y allí dentro?. Allí dentro se salvan vidas, todas las que se pueden salvar, se lucha contra la muerte y, sin embargo, los hospitales son de muerte.
Ella lo sabía, sabía que su hombre no tenía solución. Se lo dijeron, más ella tuvo la certeza en su mirada, la mano apretada de él se lo dijo pues no en vano eran dos corazones al unísono y uno de ellos estaba a punto de dejar de latir.
Y ocurrido lo que tenía que ocurrir, aquel hospital no pudo salvar la vida del hombre pero, como hacen todos los hospitales, la mató a ella¡Ah, hospital de muerte, muerte mascada, terriblemente untada en la piel y en la lágrimas que ya ni salen!
Ese día la vida y el tiempo de aquel hombre acabaron y a ella le fue arrebatado el tiempo; allí en aquel hospital de muerte seguía viva, pero ya no estaba: El tiempo dejó de latirle; con el hombre que amaba, murió en el hospital.
Sí, ese día, el tiempo, su tiempo, murió.




Con cariño, para un trocito de mi corazón.

domingo, 1 de marzo de 2009

LA SOLEÁ

Lentitud, cadencia, arabescos
seis cuerdas duermen los sentidos
¡despierta! dice un ¡ay! que estremece.
Corazones en suspenso, oidos a los vientos,
aire que bombea sombras desde el pecho
puñales ya estan en el aire
buscando pechos donde clavarse.
Una letra apenas dicha, intuída,
remueve sangres que hierven
y cruza sobre todas las penas,
las penas del que las canta.
Y, en aquella Soleá, todos encuentran la suya.

jueves, 5 de febrero de 2009

Este escrito fue hecho en Diciembre de 2008, lo he rescatado de su propio olvido y dejado caer con cariño, como delicada pluma sobre aire que, en vaiven suave, lo posa sobre el suelo de mi blog. Con el amor, pasión y sinceridad que fue escrito aquí lo dejo.


Saludos flamencos. Por aquí estoy para narrar como pueda la maravillosa sensación que sentí este último domingo 9-12-08. Fue un día muy, muy placentero para mí que acabó en una sensación casi orgásmica. Porque para un apasionado por el Flamenco no hay cosa más maravillosa que escucharlo e interpretarlo entre cuatro paredes y con sonanta, y muy buena por cierto(gracias Corva), de por medio, como mandan los cánones. Y ¡como me sentí! ni más ni menos que escuchando a Diego Agujeta que son palabras mayores. Charlábamos y luego, un cantecito; vuelta a las palabras y.....ya estábamos otra vez con el cante. ¡Que cosa más grande dios mío! con una persona enormemente querida por mí a la que llamaré Luna(¿verdad Luna?), una guitarra suave, suave, tan suave que te mecía dulcemente montándote en sus notas, un compañero de cante que es el Cante, propiamente dicho, y gente escuchandocon ganas, como debe ser. Y por último también estuvo el buen vino de la tierra de por medio, en su justa medida, como para que se fueran las timideces. Y entonces........lo sentí: A mi boca vinieron cantes de ultratumba que, no se como ni por qué, empezaron a salir desde lo más hondo de mis recuerdos y saberes para mí muy dignos y bien. Y yo escuchaba en mis adentros las voces originales de los cantaores para luego, ¡oh asombro mío! salir de mi garganta. ¡Joder, que placer, como nos sentimos, que locura de momento! ¿verdad Luna?, Besos.
9 de diciembre de 2008

lunes, 26 de enero de 2009

Hoy una luna azul me ha dejado un mensaje escrito sobre la pared de mi buzón de correo y sobre el mensaje un dibujo en forma de fotografía, y yo le dejo el siguiente:
Me ha gustado mucho...............................la fotografía: Es maravillosa, me gustan los lugares puros, las gentes puras. Me evocan y me transportan hacia mi infancia hacia sitios, situaciones, lugares y, por qué no, gentes, aún vírgenes y auténticas. No muy lejos de tí, yo era el dueño del viento, de los labios de la orilla que besaban mis pies, de las arenas y la fina yerba verde que, por un capricho imposible de mezclas de aguas salada y dulce, sobre ella crecía para deleite de una chiquillería de balones de fútbol. Me encantaban los días especiales de vientos tirando a galerna de poniente, lo desafía y le decía, "¡ves viento, ves como soy más fuerte que tú!" y contra él caminaba sobre una playa desierta, sitiéndome dueños de aquel paraíso aún salvaje y puro. Sí, cuando miro la fotografía del desierto del Kalajari y las bosquimanos que lo habitan y reverencian me llegan soplos de autenticidad y un suave paño de recuerdos acarician mi alma. La palabras..............también ayudan.

miércoles, 14 de enero de 2009

La semana pasada, rio abajo, llegó(llegué) al mar. Ansioso se acercó a su orilla y decidió comer allá y qué mejor acompañante, qué mejor comensal, que la luna para estar a orillas del mar(la mar de los marineros). Convidada pues fue la luna y ésta, en plena comida contemplaba, creo que divertida, la cara llena de ojos ansioso del río. Estaban solos la luna y el río y un silencio espeso, de ausencia total de las gentes, los ruidos, trajines de ir y venir, de lo cotidiano, imperaba con peso. El mar de afuera, la arena de afuera, la orilla entre mar y arena estaba en calma inanimada, nada se movía, casi parecía tiempo parado. Había otra orilla enfrente, pues mar y río allí se abrazan, con unas dunas y unos pinos más quietos aún si cabe. Y así allí, con el silencio espeso del comedor en los oidos y en los ojos la quietud paradas de arena y orilla, donde empieza mar que es espejo inmóvil sobre el que duermen mansamente las barcas con sus complices gaviotas dormidas también sobre sus proas,viento que solo es aire de tenue luz de sol y pinos fronterizos de allende la otra orilla pintando sobre el verde canas de color otoñal, sí, allí el río tornó a otros tiempos en la mirada y suspiró deseando un momento eterno como aquel por siempre jamás. Y mientras la luna, mirando ora al río, ora al mar, contemplaba con sonrisa de Gioconda, complice y complaciente. El río sintió la caricia de la mirada lunar y aún más fuerte quiso parar el tiempo.